Carta de renuncia


Renuncio a tener edad para saber eso que se supone que debería saber a mi edad.

Renuncio a creer que es mi culpa que nadie quiera jugar conmigo en el recreo.

Renuncio a los clubes exclusivos que susurran y se ríen mientras te observan y no avisan de sus bases de participación y dan premios a la trayectoria de sus miembros primigenios.

Renuncio a mi escalada de inocencia. A despertar de noche para coger un tren helado que me revise las anginas.

Renuncio a que se me cure con la edad.

Renuncio a los bocadillos envueltos en papel con el nombre del contenido escrito a lápiz.

Renuncio a exponer mis obras en muestras de cariño.

Renuncio a las excusas para no tomar aquel café que me prometiste cuando nos encontramos varios años después.

Renuncio a mi promesa de creerte.

Renuncio a los hijos que no tuvimos.

Renuncio a buscar una razón para arrastrarme hasta un escritorio para hacer los deberes.

Renuncio sin autorización a ser tutorizada legalmente sobre lo que siento.

Renuncio por entregas a la hipoteca de tu amistad itinerante.

Renuncio a las descendencias de oficina.

Subrayo los pasos que voy dando desde que tu gravedad no me afecta.

Alego desconocimiento profundo de mi composición química.

Excluyo borradores de recuerdos malinterpretados.

Incluyo apéndice disecado y trozos de plástico original de mi primera muñeca.

Anexo I: Retícula de punta fina con espacio interdimensional para futuras excepciones.

Anexo II: Agujero negro sobre fondo de papel cebolla al baño María.

Anexo III: Incompleto, parcialmente extraviado en equipajes facturados con etiquetas de ropa.