Las manos y los pies
atados a la espalda,
a la cuerda de la ropa,
a las sábanas blancas
que ya no arrugamos,
a los troncos negros de los árboles,
a las hojas que aún caen
en la tierra del invierno,
al cielo gris que solo llueve
cuchillos de acero
que se clavan en la espalda,
las manos
y los pies.